BRONCEADO

A lo largo de la historia el bronceado de nuestra piel ha ido asociado a connotaciones socio-culturales, probablemente debería haber sido más una cuestión de sentido común, pero nunca fue así. Estar blanco o estar bronceado siempre a estado implicado un status social, que ha variado según el momento de la Historia.

BENEFICIOS DE TOMAR EL SOL

Nadie puede negar los beneficios implícitos para nuestra  salud que van asociados a tomar el sol: acción antidepresiva, recarga nuestros depósitos de vitamina D, fortalece nuestro sistema inmunológico, ayuda a disolver la grasa de nuestro cuerpo, mejora el acné, disminuye la presión arterial y algunos otros que seguro he olvidado mencionar.

No obstante seguro que la mayoría de personas que se postran entregadas bajo el sol no lo hacen por ninguna de las razones que he mencionado sino sencillamente porque sienten que les favorece, pero esto no siempre fue así. Es por ello que me ha parecido interesante repasar un poco como ha sido a lo largo del tiempo la Historia del Bronceado.

HISTORIA DEL BRONCEADO.

Bronceado

En la Antigüedad estar blanco era un sinónimo de clase alta, los romanos y los griegos buscaban en la naturaleza elementos como el yeso molido y harinas para untarse la piel y mostrar un rostro blanco. Esto permaneció durante muchos siglos.

Siglo XVII

En ese momento, estar pálido y casi con aspecto enfermizo es lo que estaba de moda. Algunos llegaban a ingerir vinagres y zumo de limón para empalidecer. La moda favorecía protegerse del sol con toda clase de artilugios como sombrillas, guantes y sombreros que hacían las delicias de las damas más refinadas.

Estar bronceado implicaba pertenecer a una clase social baja y degradada, los campesinos.

Siglo XX, giro total.

Un Premio Nobel otorgado a Niels Finsen (Dinamarca 1860-1904) en el 1903 sobre los efectos de la luz en los organismos vivos, cambia radicalmente la visión acerca de los beneficios del sol y se empiezan a aconsejar baños de sol en Balnearios para combatir ciertas enfermedades.

Años 20, Coco Chanel.

En los años 20 la famosa diseñadora Coco Chanel impone su tendencia al volver de unas vacaciones en barco por el Mediterráneo con una piel bronceada y todas la imitarán.

Los primeros bronceadores.

El primer bronceador apareció en Estados Unidos en el 1928 y más tarde fue Francia el país que popularizó las vacaciones estivales entre sus trabajadores, dando lugar a la aparición por parte de L’Oreal del famoso Ambré Solaire.

El cine como factor clave.

El cine y sus actores luciendo bronceados de vértigo afianzará el moreno en todas las capas sociales. Un deseo irrefrenable de imitar a los famosos y un sinónimo de status social alto serán motivos suficientes para cocerse bajo el sol.

Solo la llegada de la segunda guerra mundial parece frenar los excesos, volviendo a pieles de porcelana y labios rojos de vértigo.

50’s, 60’s y 70’s serán de nuevo  años de desenfreno bajo el sol, surferos y las primeras máquinas autobronceadoras aceleran los excesos y las pieles adquieren tonos casi imposibles. Quién no recuerda los míticos tarros de Nivea o las cremas compradas en Andorra que ya de por si nos dejaban morenas al instante.

CONCLUSIÓN

Los primeros estudios que claman el peligro de tomar en exceso el sol aparecen en los años 80. Los filtros solares empiezan a invadir las estanterías de las tiendas especializadas. Las alertas están en marcha.

Aunque parece que la obsesión por ponerse bajo el sol no disminuye ya que los filtros serán nuestros aliados a partir de los años 90.

El culto al cuerpo bronceado aún persiste en nuestros días, no obstante, la mayoría de las personas empiezan a estar concienciados de que un buen factor de protección y productos de calidad son factores indispensables a la hora de exponernos al sol.

Cada vez va más en aumento la demanda de autobronceadores, una alternativa inteligente que supone conseguir una piel bronceada sin necesidad de exponerla al sol. 

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Bronceado
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